domingo, 16 de junio de 2013

Extracto de cuento


   
     Son paredes aterciopeladas que todo lo amortiguan: la luz, el olor, el calor a veces, el frío siempre, el ruido sin dolor. 


    No hay gravedad, en cada uno de sus sentidos. Ni en los míos.

    No hay hambre, no hay sed, ni sueño, ni letargo, ni alerta.


    Pero algo hay, aparte de lo poco en mí. Algo unívoco, fresco, latente, inefable.

    Otro que no deja de ser yo. Otro que no se deja, pero cede.


    No hay tiempo. El espacio no me alcanza, me sobra.



    Tengo miedo.



    Una cuerda inerte, pulsa triste su respiración famélica. Una cuerda, una oportunidad.

    Afuera un derroche atestado de soldados. Adentro un sinsabor, por dentro.
    Una cuerda, dos giros a la izquierda, una oportunidad.


    Afuera la craneocentesis, la anestesia, los diarios, su foto. Adentro yo. Una oportunidad.



    Una cuerda, dos giros, fruncirse, aguantar y adiós al por lo menos. Los cachetes colorados, los labios azules, los ojos hinchados, los brazos indecisos, las piernas súplicas. Consiguen una mano enguantada que, con tesón galénico y fraternal: dos giros a la derecha, dos planchazos, un pinchazo y a vivir. 



    Sea lo que sea eso.


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