sábado, 26 de enero de 2013

Óbito de un reloj que atrasa (cronóbito)


     Prefiere pagar el boleto completo.
     Los beneficios económicos mensuales son desestimados a condición de mantener oculta y aséptica su herida narcisista.
     Camisa planchada con no dos, sino sus tres botones cefálicos abiertos, atestiguando una aparente fé cristiana estratégicamente tatuada en el centro exacto de su pecho. Tatuada no con tinta, sino por el beneplácito de recostarse bajo el sol del mediodía cuidando que la joya se mantenga en el sitio del día anterior. Todos los anteriores.
     Prefiere pagar el boleto completo.
     Unos jeans claros de carácter entallado en su hemisferio superior y, digamos, más bien airosos hacia sus pasos, dando refresco a los mocasines que, en la porteña esquina de Corrientes y Esmeralda, acaban de ser lustrados. Lo mismo que el día anterior. Todos los anteriores.
     Prefiere pagar el boleto completo.
     Los Benson y el Zippo en el bolsillo derecho del pantalón, los morlacos en la antípoda. Las llaves bailan péndulas desde el cinturón, con anacrónicos armónicos a cada paso. Sus bagajes se completan con un pequeño, negro y clásico peine fino alojado en el bolsillo trasero y derecho de sus jeans.
     Prefiere pagar el boleto completo.
     Primero en la fila, extiende su brazo dejándolo paralelo al piso y perpendicular a la calle Carlos Pellegrini. Ésta acción provoca una reacción casi inequívoca sobre el colectivo 29 dejándolo, casi literalmente, a sus pies. Su pecho, que hasta hace un instante se encontraba perpendicular a Carlos Pellegrini, justo frente a la puerta abierta del 29 detenido, gira lentamente arrastrando sus hombros y abdomen en la misma dirección, es decir, paralelos a la calle, y su cabeza en gesto reverencial, completa el movimiento que invita a la mujer detrás de él a pronunciarse, ahora, por delante.
     Prefiere pagar el boleto completo.
     Una moneda de un peso junto con otra de veinticinco centavos de peso, permítenle acceder al tumultuoso pasillo del transporte. Alza el balero y balconea a una percanta que le clava los faroles de un modo fácilmente interpretable, incluso para cualquier otro con menos carretel. Con puerto claro junto al asiento de la fémina, avanza ciñendo pasos entre la borregada, en una danza cenestésica combustionada por el afrecho inminente. Faltan pocos bultos en el periplo y la cuerda que conecta sus miradas se vuelve cada vez más aguda. Los abriles bajo el puente no logran domar al bobo que permanece pebete a cada nuevo batacazo. Cuando apoliya al último abombado, el berretín le sonríe e inesperadamente lanza al vuelo unas palabras que no logra capturar y, con el buche medio escorado, despacio primor, el baruyo de la yeca no me deja escucharte, la moza encoje la cabeza y reedita, ésta vez fuerte y claro, exageradamente fuerte, algésicamente claro, Si quiere el asiento, le decía si quiere sentarse Abuelo.
     Prefiere pagar el boleto completo.
     Sartenazo sin atenti, el obelísco hundiéndose en la pechera. Toca el timbre y baja medio drogui, prende un faso sin atreverse a relojear la zarpada del Bondi. Algo se quebró en su aguja del tiempo, o será que es su tiempo, reclamando el puesto de la aguja.
     El reloj paga el boleto. Él prefiere pagarse completo.

2 comentarios:

  1. Al leer esto, recorrí un poco Baires, esas calles que he caminado y viajé en ese bondi... Espectacular!

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