En este respetado oficio, sublime vocación y
excelso arte, encontramos pacientes
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Alegres
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Déspotas
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Desconfiados
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Resilientes
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Entregados
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Combativos
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Autoritarios
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Rezongones
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Agradecidos
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Investigadores
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Apurados
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Coercitivos
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Mentirosos
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Aliviados
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Aliviables
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Aliviadores
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Amenos
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Adorables
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Narradores
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Tímidos
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Raros
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Buenos
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Sucios de alma
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Juguetones
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Oníricos
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Pícnicos
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Utópicos
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Descabellados
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Longilíneos
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Santo
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Grande
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Bonito
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Feo
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Pequeño
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Abstracto
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Difíciles
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Brillante
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Fáciles
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Listos
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Nuevo
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Simpático
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Viejo
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Agotado
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Dulces
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Ácidos
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Calientes
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Modernos
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generosos
Pero, en particular, los hay que al mirarnos,
al hiperpolarizar más fotorreceptores que nunca, se hacen, y nos hacen,
testigos conscientes y magnánimos de una catálisis apresurada de su proceso
salud-enfermedad. Sabrá el cosmos que extraño gramo de café nos alinea la
mañana que coordinamos esa sucesión de arquetipos, más canalizado que
producido, y sirven a alguien como el rocío en el pétalo de la flor más
utópica, el primero de un ejercitó de dominó derrumbándose y, descubiertas tras
el caído muro, sus mejor decoradas y más resguardadas verdades.
Es de buena práctica el tercerizar el acto
terapéutico y no caer en la obsecuente y humana sazón de adjudicarse la
reacción. Reacción en la que somos solo un átomo que viene a mimar el sitio
activo, tal vez un pulso en la biofase, un viento a la gentamina.
De mejor práctica e inabarcable en su valor,
es sentarse indiecito en el primer borde que logremos inventar, para disfrutar
de cómo cada gesto, cada palabra, dicha y oída, cada potencial de acción en el
2º y 8º par craneal, mas luego en el 1º, 5º, 7º e incluso el torpe exabrupto de
los cordones de Goll y Burdach, continúan colaborando, en esa avalancha
extragaussiana de excepciones y de 2,5% a la izquierda, de transgresiones y
repudios algorítmicos. Si, señor.
Los hay que luego de esto, se vuelven mágicos
y frescos, el arco iris nunca visto, incluso con marmita de oro y una última
porción de puchero, de tonos armónicos y fotos bienlogradas. Se vuelven inquietos
por vitalidad y saltan a su forma, que es en general saltando, cumplen al pie
de la letra con la vía, el puré de zapallo, Sin sal, doctor, sin sal.
Nos huelen entrar a la habitación y la sonrisa reprimida, justifica la
taquicardia descubierta, el papel de chocolate escondido, el peine y la crema
injustificada, el ambiente olorizado.
Los hay así, que solo requirieron ese gesto,
esa sucesión de letras en ese espacio y ese tiempo, y Adiós doctorcito,
yo ya me curé, que presión ni que palpitación, a la vida le tengo que agradecer
la enfermedad que une y rejunta, que libera y aliviana, que, resuelta, RE-VIVE,
que hasta te deja cicatriz pa’ que no se te olvide, vio? Sisi, doctor, no se
imagina como me esperan por allá, Pero cuídese porque, SISI doctor,
si ya me lo dice siempre, que el sol en la herida, que cuidado con caerme, que
primero se enferma el alma y después el cuerpo, pero doctor, hasta que no se me
enferme el alma de nuevo, yo acá no vuelvo…
Y justo antes de irse, hasta nos regalan su
nariz.
Y justo antes de regalárnosla, se quedan…
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